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Misterios de Madrid «Los Gatos Negros»

Me casé joven y tuve la suerte de encontrar en mi mujer una disposición semejante a la mía. Habiéndose dado cuenta de mi gusto por los animales domésticos, no perdió ocasión alguna de regalármelos. Tuvimos pájaros, un pez de color de oro, un magnífico perro, conejos, un mono pequeño y un gato. Era este último animal muy fuerte y bello, completamente negro y de una sagacidad maravillosa. Mi mujer era, en el fondo, algo supersticiosa, y hablando de su inteligencia, aludía frecuentemente a la antigua creencia popular que consideraba a todos los gatos negros como brujas disimuladas.
Plutón —se llamaba así el gato— era mi predilecto amigo.

 

Así es como comienza la famosa historia de terror Los Gatos Negros de Edgar Allan Poe. Este terrorífico cuento infunde una historia aparentemente normal con horror y misterio, a través de la figura de un gato negro con un solo ojo malvado.

El gato siempre se ha asociado con la magia oscura, especialmente los gatos negros. Y a pesar de hallarnos en pleno siglo XXI, hay un día dedicado a estas criaturas místicas. Todos los años, el 17 de noviembre, los felinos negros son recordados y celebrados.

Pero ¿por qué debemos marcar este día en nuestros calendarios? Desafortunadamente, cada año desaparecen alrededor de 3000 gatos negros sólo en Italia, y las desapariciones el aumentan con la aproximación de Halloween el 31 de octubre. Se cree que muchos de estos animales son ofrecidos como un sacrificio al diablo, y puede que otros son asesinados por superstición.

Uno no puede negar la ligera sensación de incomodidad que se apodera de ti cuando un gato negro cruza tu camino de repente. ¿Deberías seguir, o sería mejor esperar a que otra persona pase primero? Al final, para no desentonar, seguimos nuestro camino, listos para culpar al gato si algo desagradable ocurriera en el futuro.

Hemos heredado la idea de los gatos negros como seres mágicos de la Edad Media, cuando liberaron a las ciudades de una amenaza contra la salud: los ratones. Sin embargo, algunos autores medievales lo dieron un giro siniestro, sugiriendo que los gatos atrapan ratones al igual que el diablo se apodera de las almas.

Según un autor del siglo XII, durante los rituales satánicos «el diablo desciende como un gato negro frente a sus devotos. Los fieles apagan la luz y se acercan al lugar donde vieron a su amo. Lo buscan en la oscuridad y cuando lo encuentran, lo besan debajo de la cola «.

En la época medieval se creía que las brujas podían adoptar la forma y la apariencia de un gato. El Papa Inocencio VIII, impulsado por estas supersticiones, afirmó que el gato era el animal favorito del diablo y el ídolo de todas las brujas.

¿Por qué, entonces, los habitantes de Madrid se apodan “gatos negros”?

El cariño de los Madrileños hacia los gatos se asemeja más a la filosofía islámica, que elogia la limpieza del gato sobre todos los demás animales.

Además de delatar las raíces árabes de la ciudad de Madrid, este apodo se remonta a un acontecimiento histórico en concreto.

Donde actualmente se halla el Palacio Real de Madrid, érase un vez se erguía el Alcázar. Esta fortaleza musulmana fue construida en el siglo IX por Muhammad I de Córdoba para proteger la ciudad musulmana de Madrid, entonces conocida como Mayrit. En el año 1086, el Rey Alfonso VI de Castilla pretendía tomar esta fortaleza para salvaguardar la ciudad de Toledo. Sin embargo, cuando su ejército llegó a las murallas casi verticales del Alcázar, se dio cuenta de que la conquista sería casi imposible.

De repente, un joven se presentó ante el rey, asegurando ser un excelente escalador. Se ofreció para trepar las murallas y atar una cuerda que permitiera al resto de los soldados subir. El rey aceptó su propuesta y, al amparo de la oscuridad, la misión se cumplió.

Al ver al joven trepar por la pared, con la ayuda de su daga, el resto de los soldados exclamaron con una sola voz: «¡Él sube como un gato!»

La ciudad fue tomada gracias a este joven soldado, quien se hizo famoso gracias a su valentía. Le dieron el apodo del «Gato», y con el tiempo incluso lo adoptó como apellido. Se cree que todos aquellos que se apellidan “Gato” hoy en día son sus descendientes directos. Son miembros de una familia que se hizo noble gracias a la agilidad de su fundador, y el escudo familiar muestra una pared y una daga.

Desde entonces, por extensión, todos los madrileños se apodarían Gatos.

Si bien esta leyenda felina tiene un final feliz, otras historias nos ofrecen una perspectiva mucho más oscura de este misterioso animal. Como la leyenda que contaré la próxima semana, en la que los gatos … bueno, ¡lo sabrán muy pronto!

 

Traducido del artículo original de Renato Capoccia

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